Las separaciones y los divorcios están cada vez más presentes en nuestro entorno social. Sin embargo, cuando la pareja que se separa tiene hijos, a menudo se producen situaciones «tóxicas» que perjudican a todo el núcleo familiar. A veces,  los hijos pueden convertirse en objetos de negociación en los que los padres proyectan miedos y frustraciones. Y el ataque de un progenitor contra el otro en muchas ocasiones implica excluirlo del contacto con los hijos y genera lo que denominamos el síndrome de alienación parental (SAP).

 

El síndrome de alienación parental (S.A.P) es un término que fue acuñado por el profesor de psiquiatría Richard Gardner en 1985 para referirse a lo que él describió como un desorden psicopatológico en el cual un niño, de forma permanente, denigra e insulta sin justificación alguna a uno de sus progenitores, generalmente, pero no exclusivamente, el padre o madre  y se niega a tener contacto con él/ella.

Según los expertos, en España el SAP se empezó a incorporar a los informes psicosociales desde el año 2000, aumentando exponencialmente año a año.

 

El Síndrome de Alienación Parental no está aceptado por la OMS como trastorno mental. 

 

No obstante, en consulta advertimos de esta compleja disfunción en la salud mental de los más pequeños. Los hijos pueden llegar a sentir hacia uno de sus padres un rechazo, debido principalmente, a las estrategias de manipulación por parte de uno o de los dos. El objetivos de los padres es ejercer una influencia sobre los pensamientos de los hijos, con el fin de perjudicar a la pareja o expareja.

Así, éstos quedan indefensos para ayudarse a sí mismos. En el caso de que el problema persista en el tiempo, los hijos pueden llegar a construir pensamientos disfuncionales; esto refiere a que no sólo está el hecho de que el niño no podrá establecer relaciones positivas con el progenitor alejado, sino que también sus propios procesos de razonamiento serán llevados hacia patrones psicopatológicos.

 

Afecta a la estabilidad y equilibrio emocional de los menores, además de provocar una mayor desintegración de la dinámica de interacción familiar y la afectación de los derechos de estos a relacionarse con sus progenitores.

 

  • El niño/a forma parte de las disputas de los padres.
  • Se posiciona de forma “obligada” a favor del padre o madre alienador mientras desprecia a la otra figura de referencia.
  • Este rechazo, como hemos dicho antes, es de forma injustificada y/o exagerada, por lo que el niño sufre un auténtico conflicto de lealtades.
  • No entiende la razón de ese “odio”, pero lo siente de forma intensa.
  • También puede creer que sus comportamientos influyen en el conflicto de sus padres, por lo que puede sentirse responsable del mismo y derivar en fuertes sentimientos de culpabilidad.

 

 

¿Qué motivos podrían estar detrás de un SAP?

Los más relevantes suelen ser:

Incapacidad para aceptar la ruptura de pareja.
• Intentos de mantener la relación a través del conflicto.
Deseos de venganza.
• Evitación del dolor.
• Autoprotección.
Miedo a perder los hijos o a perder el rol parental principal.
• Deseos de control exclusivo, en términos de poder y propiedad, de los hijos.

 

Consecuencias del SAP en los hijos

Algunas de las consecuencias más comunes que aparecen con la alienación parental son están relacionadas con al aparición de dificultades en el desarrollo físico y psicológico:

  • Problemas de autoestima y frustración.
  • Dificultades en el desarrollo de habilidades sociales, al construir relaciones de pareja o de amistad.
  • Problemáticas en el desarrollo escolar.
  • Aparecen sensaciones de miedo, timidez o incluso violencia y odio patológico.
  • Problemas graves en la salud mental de los menores, como la depresión, ansiedad, ataques de pánico, fobias, etc…
  • Aparición de conductas de manipulación hacia los demás (a raíz de aprender esto del padre alienador).
  • Sentimiento de culpabilidad o confusión.

 

Las separaciones o divorcios no tienen por qué generar patologías en los hijos; siempre y cuando mantengan la cordial y sana comunicación entre ellos. El vínculo que se rompe es el de ellos, nunca el de ellos con sus hijos. Es importante que se responsabilicen de sus actos y que busquen la forma más saludable, tanto para ellos, como para sus hijos durante el proceso de separación, así como durante toda su vida.

Es clave dar lugar al diálogo y promover la relación entre los integrantes de la familia y no que sea una ruptura traumática. En lugar de dejarse llevar por los sentimientos de venganza y despecho, los adultos deben pensar en los hijos, en el impacto emocional y en las consecuencias posteriores para el desarrollo del niño.

 

Cuando se decide romper los lazos de pareja es fundamental que los progenitores se den la posibilidad de buscar una orientación profesional de cómo llevar a cabo la separación sin que esto afecte negativamente a la familia, ya que  lo que se disuelve es la relación de pareja, no los lazos de familia, los cuales pueden continuar sin ser conflictivos.

 

Según Giorgio Nardone, trata las emociones desde una perspectiva distinta. Afirma en su libro «Emociones», «Es necesario «domar» las emociones para luego reconocerlas, transformando los límites en recursos sumamente poderosos y construyendo una alianza entre inteligencia e instinto, razón y sentimiento, cálculo y emoción.

Cuando el miedo, el dolor, la ira o el placer adoptan maneras disfuncionales que impiden el desarrollo de la vida diaria, el autor plantea un enfoque terapéutico de tipo estratégico y orientado al cambio».