El estrés en los primeros años de vida modifica el cerebro
La infancia debería ser una época maravillosa de experiencias que suman y afectos y cariño. Sin embargo, no todo el mundo disfruta de un ambiente familiar estable. A veces los padres se encuentran inmersos en sus propios infiernos y no son capaces de ser guía y ejemplo de amor para sus hijos. Dicha falta de apego y vínculos sanos conllevan una serie de traumas infantiles a lo largo de su desarrollo personal.
Se trata de hechos originados por traumas físicos o emocionales que van a alterar el rumbo de nuestro desarrollo y nuestra madurez. La herida va a quedar en nuestro cerebro. El estrés emocional dejará su lesión en la persona. De modo que en la edad adulta tengamos más riesgos de desarrollar algún tipo de depresión.
La falta de afecto en la infancia; una de las mayores causas de la depresión
Un estudio de PNAS revela que el estrés en una época temprana de vida tiene efectos adversos sobre el cerebro y el comportamiento que se mantiene en la edad adulta.
Una infancia saludable consigue que el niño crezca sabiendo que es querido. Que cada uno de sus pasos, de sus decisiones y de sus errores, tendrán el apoyo incondicional de su familia. Algo que es permanente y que siempre te acompañará. ¿ Pero qué ocurre cuando la frialdad o las emociones mal gestionadas de tus padres conlleva desprecios, reproches y vacío. El niño crecerá con un ADN de inseguridad que le acompañará siempre. Desconfiará de las personas que le muestren cariño y amor. La espada de Damocles del abandono le perseguirá. Temeroso de tomar decisiones, quizás se encuentre lleno de rencor y rabia sin una razón o un por qué aparente. Son personas más proclives a sufrir una depresión llegada la edad adulta.
Hay personas que el estrés emocional lo afrontan durante su vida adulta y otras, en cambio, vivirán con un recuerdo persistente que haga que le influya en su forma de relacionarse con las personas.
“La renuncia es un suicidio cotidiano“.- Balzac
El terapeuta estratégico intenta romper este círculo vicioso de renuncia y vitimización, trabajando en el plano presente y enfocando el caso en la búsqueda de nuevas soluciones.
“No hay noche, por larga que sea, que no encuentre el día”.- W. Shakespeare
Este enfoque se basa en buscar e implementar comportamientos funcionales que reemplacen a los disfuncionales (los que no solucionan el problema) y así ir modificando las conductas y el modo de relacionarse de las personas con su propia realidad. Frente al camino habitual (buscar la causa, hallar una explicación lógica, hacer un diagnóstico y una prescripción derivada), proponemos el uso de imágenes analógicas, aumentando progresivamente su dosis hasta obtener una reacción.
Cuando alguien acude a terapia, en la mayoría de las ocasiones, previamente ha intentado resolver su problema mediante sus propias estrategias y métodos predeterminados una y otra vez sin llegar a resolverlo.
¿ Sientes que tu infancia te persigue de adulto ? Hay solución. Con herramientas y recursos, la solución al problema se encuentra justo a un paso.
Fuente:Pienso, luego sufro: Cuando pensar demasiado hace daño. El arte del cambio. Barcelona: Herder. Nardone, G. (2003). Más allá del miedo. Madrid: Paidós. Nardone, G. (2004). El arte de la estratagema. Barcelona: RBA Integral. Nardone, G. y Portelli, C. (2006). Conocer a través del cambio. Barcelona: Herder. Nardone, G. y Salvini, A. (2006). El diálogo estratégico. Barcelona: Ediciones RBA. Miedo, pánico, fobias: la terapia breve, Editorial Herder 2009, Nardone. No hay noche que no vea el día: la terapia breve para los ataques de pánico, Herder 2012, Nardone.