Las personas nos preocupamos por la muerte. Es normal preocuparnos porque nos une más a la vida. Convivimos con el hecho de que todos nacemos y algún día moriremos, sin embargo, cuando sucede lo inevitable en algún ser querido, el dolor nos invade y la pérdida nos crea una confusión que da lugar a periodos de tristeza. La pérdida de un ser querido forma parte natural del ciclo de la vida, pero aún así nuestras emociones nos pueden pasar una mala jugada. Sobre todo si las evitamos…
Después de todo la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida.- Mario Benedetti
Todos nos dicen que hay que afrontar la pérdida, pero ¿ cómo lidiar con el dolor que nos preocupa ?. Esa aglomeración de emociones distintas es lo que llamamos duelo o “corazón que duele”. Se trata de una herida que tiene que cicatrizar, pero toda curación conlleva dolor. ¿ Te preguntas cuándo el duelo se convierte en patológico ? El dolor evitado se mantiene y se incrementa con el tiempo.
Aparecen dificultades de concentración, dudas recurrentes, confusión e indefensión, desánimo, desesperación, llanto, irritabilidad, impaciencia o apatía. No disfruta con con nada. Incluso pueden presentar trastornos del sueño, alimentación y ansiedad.
Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.- Khalil Gibran
Para afrontar un duelo de forma sana, tenemos que expresar ese dolor. Si intentamos alejarnos de ese recuerdo que nos hace tanto daño, con la mejor de las intenciones estaremos atrayendo a nuestra mente mucho más dolor. Olvidar a un ser querido no es posible, pero sí podemos recordar sin sufrimiento, dejando paso a un recuerdo equilibrado que nos proporcione alivio.
Cicerón: “ La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos”.
Etapas de Duelo
Negación:
¿ Quién no ha sentido un bloque enorme al recibir una noticia dolorosa del fallecimiento de un ser querido ? Es tan grande el dolor que nos bloqueamos y que incluso no sentimos para evitar sufrir.
Enfado:
Nos enfadamos porque no entendemos el porqué de tanta injusticia. La ira o rabia nos invade y nos sentimos cada vez más en un pozo de emociones revueltas.
Tristeza:
El miedo nos lleva a sentirnos tan tristes que no conseguimos dejarla ni por un momento. Sentimientos de profunda tristeza invade nuestro día a día. Nuestros pensamientos son oscuros y no vemos la luz.
Aceptación:
Es el último paso del duelo y la etapa más reconfortante para el bienestar de uno. No podemos cambiar la situación, pero sí podemos recordar con cariño a esa persona que se marchó pero que está en nuestro corazón. Los recuerdos positivos nos dan un respiro y vemos la luz del pozo para salir de él.